Acabo de cerrar el libro Focus de Daniel Goleman, y todavía tengo el corazón latiendo con fuerza por todo lo que me ha removido. En especial el capítulo 19, donde habla del triple foco del líder, me ha dejado pensando durante días. No porque sea una teoría más, de esas que anotamos en la libreta y olvidamos al día siguiente, sino porque tiene algo esencial, algo humano, algo tremendamente real.
Goleman dice que un líder necesita tres tipos de foco: uno hacia dentro, otro hacia los demás, y otro hacia el sistema que le rodea. Y yo no puedo estar más de acuerdo. Me he dado cuenta de que muchas de las personas que he acompañado o con las que he trabajado han fracasado no por falta de talento o conocimientos, sino porque no sabían dónde estaban poniendo su atención. Vivían desde la urgencia, desde la reacción, desde el ruido. Y cuando el foco está desenfocado, todo se vuelve borroso: las decisiones, las relaciones, la dirección.
El foco interno es, para mí, el primer gran acto de liderazgo. No se puede guiar a otros si no sabes quién eres tú, si no reconoces tus emociones, si no sabes en qué momento te estás dejando arrastrar por el miedo o por el ego. Y aquí no hablo de grandes crisis existenciales, hablo de esos momentos cotidianos donde el estrés te lleva por delante y acabas diciendo o haciendo cosas que no representan lo que de verdad eres. Liderarse a uno mismo implica, como dice Goleman, una especie de gimnasia mental y emocional constante. Requiere parar, observarse, reencuadrar, volver a elegir.
Luego está el foco en los demás, que en estos tiempos de velocidad y productividad a veces se olvida. La empatía no se enseña en las escuelas de negocios, pero es el lenguaje que abre puertas reales. Escuchar de verdad, estar presente, mirar con curiosidad genuina a quien tienes delante. ¿Cuántos líderes conocemos que tienen todas las respuestas, pero no hacen las preguntas adecuadas? ¿Cuántas veces nos sentimos desconectados de alguien que lidera porque simplemente no se toma el tiempo de vernos? Goleman lo deja claro: sin empatía no hay liderazgo, solo gestión de tareas.
Y finalmente, el foco externo, el que mira al sistema. Ese que requiere levantar la mirada del día a día y preguntarse por el impacto, por el sentido, por el propósito. Es ese foco el que diferencia a quien lidera por inercia de quien lidera con visión. A veces estamos tan centrados en sobrevivir, en cumplir objetivos, que olvidamos que cada decisión que tomamos contribuye a una cultura, a una forma de estar en el mundo. Y ese mundo está pidiendo líderes que no solo piensen en resultados, sino en sostenibilidad, en comunidad, en salud mental, en futuro.
Leer a Goleman ha sido como encender una linterna en medio de tantas distracciones. Me ha recordado que el liderazgo empieza en un lugar muy silencioso: la atención. Y que saber dirigirla, sostenerla y ampliarla es hoy uno de los mayores actos de responsabilidad y humanidad que podemos ejercer.
No me interesa un liderazgo perfecto. Me interesa uno consciente. Uno que sepa parar cuando el cuerpo lo pide, que sepa mirar al otro cuando lo necesita, y que sea capaz de tomar decisiones no solo por eficacia, sino por coherencia con los valores.
El triple foco no es un modelo de gestión. Es una forma de estar. Es una brújula para no perderse en medio de tanto estímulo. Es una invitación a reconectar con lo esencial: contigo, con el otro, con el mundo.
Una invitación personal. Si lideras un equipo, un proyecto, una idea… o simplemente tu propia vida: Detente. Respira. Y pregúntate: ¿Dónde está mi atención ahora?
Porque donde va tu atención, va tu energía.
Y donde pones tu energía… estás creando tu realidad.
Y después de leerlo, solo puedo pensar que ojalá más líderes se atrevan a enfocar de esta manera. Porque cuando eso ocurre, lo que se transforma no es solo el equipo, es la vida.
Margarita Portillo
Socia Fundadora GROW Mindset Education
El triple foco del líder: una mirada que transforma