En un principio puede parecer que ambos conceptos no tienen nada que ver entre sí, pero personalmente opino que una es consecuencia de la otra y viceversa. O al menos yo lo vivo así. Permitidme que me explique.
La palabra resiliencia, tan de moda y a menudo tan manida, puede ser entendida de forma simple como la capacidad de recuperarse de los contratiempos, hacerles frente y responder rápidamente a ellos. Y ésto está muy bien, pero no me resulta especialmente positivo ni proactivo. Yo creo que la resiliencia es mucho más. Consiste también en un estado de preparación y es sin duda una de las grandes y valiosísimas oportunidades que la vida nos brinda: nuestra propia transformación.
En cuanto a la felicidad, concepto también muy manido y que puede ser definida de tantas maneras como personas habitan la tierra, para mí es un estado interno de armonía, coherencia y bienestar. Un estado de aceptación auténtica y de confianza en el proceso de la vida, con sus momentos buenos y malos... o muy malos!
La resiliencia tiene un para qué: prepararse para lo que está por venir, lo que es probable que ocurra o podría ocurrir. Es una habilidad que se aprende y entrena a través de nuestra energía física, nuestra mentalidad, apoyo y persistencia.
La resiliencia se basa en el aprendizaje extraído de las situaciones adversas que vamos transitando. Aceptamos y nos adaptamos de forma sincera a lo que nos está tocando vivir y abrazamos las emociones y sentimientos que ello conlleva. Aprendemos a “poder” Para que esto sea así, personalmente a mí me resulta de gran ayuda, entre otras muchísimas cosas, el siguiente mensaje interno: “Estoy afrontando esta situación difícil- o incluso límite- y sé que esta situación también pasará”. Esta afirmación es tremendamente poderosa y os recomiendo encarecidamente que la pongáis en práctica, puesto que tenerla presente en los buenos momentos nos pone en nuestro sitio, nos devuelve a la realidad y vulnerabilidad de la vida, y por ello nos sentiremos profundamente agradecidos (recordad que el agradecimiento es uno de los ingredientes de la felicidad) Y por otro lado, recordárnosla en los malos momentos nos da fuerza y esperanza, también característicos de las personas felices.
En esta vida todo, absolutamente todo pasa, de modo que es imperativo poner la resiliencia al servicio de nuestra felicidad. Ser resilientes en nuestra vida personal y laboral nos ayudará sin lugar a dudas a estar más cerca de ser felices.
Quizá esta breve reflexión que os dejo haya podido resultar algo reduccionista al no haber abordado aspectos tan importantes como el propósito, el dolor, el sufrimiento, el optimismo, el autoconocimiento o la frustración, pero confío en que os descubra una nueva perspectiva y os ayude en el camino que os acerque un poquito más a la felicidad.
María Belén Viscasillas Rodriguez-Losada
Resiliencia y felicidad